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Índice de temas religiosos
(parece que) Estamos en "los tiempos finales" (enlace)

Juicio personal, purgatorio y juicio final

En la vida hemos de tener simultáneamente temor y amor: ni mirar a Dios como un abuelo bonachón autor de una religión facilona; ni terrores injustificados.

El juicio particular

Nada más morir recibimos un primer juicio que destina (sólo nuestras almas de momento, no el cuerpo) al infierno, al purgatorio por un tiempo o directamente al cielo.

El resultado de este juicio es bastante previsible, como explicamos más adelante, aunque excepto algunos santos, nunca podemos tener certeza absoluta.

En el juicio intervendrá nuestro ángel de la guarda leyendo nuestro “libro de la vida”(*), donde fue apuntando todas nuestras buenas obras. También intervendrá el Demonio, leyendo nuestro “libro de la muerte”, donde lleva apuntados todos nuestros pecados y algunos más que no habremos cometido, pues él es “el señor de la mentira”, y mentirá también cuando lea el libro. Nosotros podremos defendernos alegando qué pecados fueron perdonados y en cuáles miente el Diablo.

La salvación o condenación en el juicio es sólo un caso de los hechos duales.

Hacia el cielo o al infierno

En la vida en la tierra estamos habitualmente en un "estado de conciencia disminuida", en el que somos muy poco conscientes de nuestras convicciones básicas, de nuestros pensamientos de fondo, de nuestros sentimientos más habituales.

Expresamos nuestras convicciones más básicas cuando describimos el mundo en pocas palabras:

Por ejemplo:

El resultado del juicio particular es una consecuencia completamente lógica de nuestras convicciones principales al morirnos.

Al morirnos sencillamente nos despojamos de un cuerpo que nos embotaba la sensibilidad.

Al morirnos despertamos a nuestra realidad verdadera, percibimos agudamente nuestros pensamientos.
(Entre otras cosas, porque no nos queda otra cosa: no tenemos un cuerpo o una vida alrededor que distraiga nuestra atención)

Así, nos dirigimos naturalmente al sitio que corresponde con nuestra situación:

Al morir dejamos de poder cambiar por nuestra propia voluntad. Nosotros, nuestros pensamientos se quedan "congelados" en el tipo de pensamientos que teníamos. Ya no podemos controlarlos como hacíamos en la tierra. (No podemos ni pecar más ni merecer).

Algo similar nos ocurre al quedarnos dormidos: dejamos de controlar nuestros pensamientos, arrastramos el último pensamiento que tuvimos y el estado del cuerpo nos va a influir en los sueños, pues no hay quien lo pare.

El purgatorio

Los que mueren con pecados veniales son purificados en el purgatorio hasta hacerles aptos para estar en el cielo (hasta que pagan todas las penas que se ganaron en la tierra). No vamos a estar en el cielo, a la vista de Dios, con penas por pagar, con la ropa con manchas.

El purgatorio viene exigido por la justicia, ya que en él (=purificatorio) han de sufrirse todas las penas temporales que el que ha muerto aún debe por sus pecados mortales -ya perdonados- y por sus pecados veniales -perdonados o no antes de morir-. Jesús decía: «En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último centavo» (Mt 5,26; +12;32; 2 Mac 12,42-46; 1 Cor 3,10-15; 2 Tim 1,18).
Las penas por pagar son como parasoles que impiden que nos llegue la visión de Dios. El fuego del purgatorio los quema. Tanto más nos hayamos librado de los “parasoles” en la tierra, menos tendrá el fuego del purgatorio que quemar.
Aunque en el purgatorio nos quemamos como en el infierno, dado que nuestra voluntad está hecha una con la de Dios, y por la esperanza de llegar a verle, más fuego desearíamos (si ejercer la voluntad pudiéramos) con tal de acortar la espera. (Tenemos gran pena y gran contento a la vez, igual que una madre que cuida de su hijo con fiebre toda la noche está agotada pero rebosante de amor y felicidad).
En el purgatorio estamos totalmente pasivos: porque no podemos cavilar sobre nuestro pasado, presente o futuro, y porque si lo pudiéramos hacer seguiríamos pecando, cometiendo acciones imperfectas. Por ello sólo se realiza en nosotros la purificación perfecta ejercida por Dios. Aun así, podemos entender lo que está ocurriendo, según la capacidad de cada uno.
En el purgatorio nos vamos desprendiendo de todos nuestros pecados veniales: de cualquier apego mundano, incluso de los más nobles, como a los padres, hermanos, mujer, marido, hijos,... perro, auto, etc. (“el que no me ama más que a su padre, madre,...”); de todas las mentiras en que hemos vivido instalados (porque allí donde vamos no hay sitio para la mentira); de todo lo que no es amor a Dios (amor propio o a otras criaturas).

Mientras estamos vivos, podemos acortar nuestro castigo en el purgatorio, avanzar el pago de las penas temporales, haciendo satisfacción de la pena (por mortificaciones o aceptando con alegría las penas de la vida).

Santa Teresa de Jesús sufría con buen ánimo las penas de este mundo, segura de que ese penar, llevado con aceptación de la Providencia, «me serviría de purgatorio» (Vida 36,9). E igualmente se consolaba cuando veía sufrir a pobres, enfermos, neuróticos: tendrán «acá el purgatorio para no tenerle allá» (Fundaciones 7,5; Camino Perf. 40,9).
(evidentemente a los que estaba fuera de sus fuerzas ayudar)

Por la comunión de los santos, los vivos también pueden satisfacer por los difuntos en el purgatorio.

(Ver lo dicho además sobre el purgatorio en el artículo cielo - infierno).

El juicio final (universal)

En el fin del mundo, volverá Cristo, morirán todos los que quedaban vivos y renacerán con sus cuerpos todos los hombres que ha habido en todos los tiempos.

Entonces se celebrará el juicio final y cada uno irá a su destino eterno con su cuerpo.

Saldrán de los sepulcros «los que hicieron bien para la resurrección de vida, (con el cuerpo de resurrección) y los que hicieron mal para la resurrección de condenación» (Jn 5,29).
"Al punto será el fin del mundo; cuando Jesucristo hubiere entregado su reino o Iglesia a su Dios y Padre, cuando habrá destruido todo imperio y toda potencia y toda dominación. Entretanto, debe reinar, hasta ponerle el Padre a todos los enemigos debajo de sus pies. La muerte será el último enemigo destruido: porque todas las cosas las sujetó Dios debajo de los pies de su Hijo". I, Corint, 15,24.

¿Por qué tiene que haber un juicio final?

Las consecuencias de lo que hicimos en vida pueden alargarse muchos años después de nuestra muerte, y sólo al final de los tiempos pueden conocerse completamente todas las consecuencias de nuestros actos, por lo que es preciso un juicio nuevo que las tenga en cuenta (para bien y para mal).

También porque Dios creó el mundo a partir de un estado de equilibrio (la nada) y tiene que acabar en otro estado de equilibrio: recibiendo cada uno el pago por sus actos.

Escena del juicio de los muertos (Egipto):

(todas las sectas tienen partes de verdad y de error, pero sólo verdad sólo hay en un sitio)


juicio final egipcio

Alma que llevan a pesarle el corazón. Si pesa más que una pluma (está lleno de rencores, deseos, etc.) entonces es devorado por el monstruo de la izquierda que mira atentamente el fiel de la balanza.

Como se ve aquí también, se juzga a las almas de una en una. Los pecados de los demás no aligeran mi culpa.

Si alguien me insulta y yo le agredo, él será juzgado, y deberá pagar por insultar a una persona.

Pero yo también seré juzgado, condenado y castigado por agredir a una persona.

(devolver bien por mal)

Bibliografía

Tratado del purgatorio, de Santa Catalina de Génova (en el sitio corazones.org , ojo, pertenece a la secta conciliar)

(*)

Lo llamamos “libro de la vida” por llamarlo de alguna manera, pero no es el “libro de la vida” citado en la Biblia.



Acabo de publicar unos libros muy interesantes sobre el cielo y el ángel de la guarda, de sacerdotes de principios del siglo XX. Tienen reseñas de los mismos en esta página de mi otra web

Rezar el Rosario (mejor en latín) es el principal recurso que nos queda.

Estas páginas son apuntes que pueden contener errores de un servidor y se van mejorando con el tiempo y la gracia de Dios.

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