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Virtud es el hábito, costumbre, de hacer un bien. Vicio es el hábito de hacer un mal (ver más abajo).
Las hay morales y teologales. Las morales son el ejercicio de las facultades de nuestra naturaleza inferior (de seres racionales) y las teologales el ejercicio de nuestra naturaleza más parecida a Dios (Hijos de Dios).
Las principales (las cardinales), de las que brotan el resto son:
prudencia (buen uso de la razón, hacia la verdad, el bien, no perder de vista el objetivo al obrar)
justicia (buen uso de la voluntad, hacia el bien)
fortaleza (buen uso de la voluntad, firmeza en actuar hacia nuestro deber)
templanza (moderación de nuestras pasiones para no caer en extremos pecaminosos)
Fe : Es aceptar que puede ser cierto algo que nuestra limitada inteligencia no nos ayuda a ver: creer que Dios existe. La firmeza de nuestra fe nos lleva a la confianza en Dios y, por tanto, en no atribularnos por lo que nos amenaza de este mundo, por ello Dios les dice al calmar las aguas en la primera tempestad en el lago Tiberíades: "hombres de poca fe". Parece que S. Tomás no hace incapié en esta consecuencia de la fe, y al hablar de la fe sólo cita la palabra confianza una vez. Los libros del P. Royo Marín repiten palabra por palabra a S. Tomas (a veces en cita -Teol. Perf. Crist. p. 440) y otra sin ella -Teol. Moral para Seglares), y por ello nos encontramos con lo mismo.
Esperanza : Es aceptar que puede llegar a realizarse algo que consideramos imposible. Con nuestras fuerzas solas sabemos que no podemos salvarnos. Confiamos en la gracia de Dios para lograrlo. Se puede pecar contra ella por defecto (desesperanza, como Judas), o por exceso (presunción de que nos salvaremos sin poner nada de nuestra parte).
Caridad : Amar a Dios sobre todas las cosas (y como consecuencia, secundariamente, a nosotros mismos y a los demás por amor a Dios). Es la principal.
Las virtudes morales son imprescindibles, pero sólo nos llevan a ser una persona buena, razonable y gris (¡que no es poco!). Pero somos Hijos de Dios, estamos llamados para lo inimaginable. Y eso pasa por practicar, desarrollar las virtudes teologales. “entre el hombre honrado y el cristiano hay la misma diferencia, que entre el insecto que se arrastra por el polvo y el ave que vuela por el espacio” T.E.S. de Mons. Gaume.
Dios los envía a quien quiere cuando quiere. Nosotros, ejerciendo nuestra libertad, podemos aceptar recibirlos o no, ponernos en disposición de recibirlos o no, como la leche materna, que si el niño no mama, no recibe lo que le da su madre.
Crecen cuando hacemos obras basándonos en ellas.
Puede ser una fe diminuta que no se haya nunca acompañado de hechos y, por tanto, nunca puesta a prueba. (Sin obras puras, la Fe no basta para salvarse)
Puede ser una gran fe acompañada con hechos, que provocan dificultades e incluso la muerte.
Las virtudes teologales pueden crecer hasta el infinito, y nunca hay pecado en ello porque están dirigidas a Dios, a quien no podemos amar en exceso, tener fe en Él en exceso, o esperanza en Él en exceso. Porque como Dios es infinito, nuestro amor, fe o esperanza no pueden "chocar" contra Él, no pueden alcanzarle y sobrepasarle. Por ello podemos amar locamente a Dios.
No ocurre lo mismo con las morales que, al deber aplicarse sobre cosas de la creación, sobre cosas limitadas, han de adaptarse a las circunstancias y a su objeto. Podemos pecar por defecto y por exceso al practicar cualquiera de ellas. Ello puede ocurrir porque estén influidas por nuestros pecados o porque las aplicamos "a lo loco", sin el debido discernimiento, sin pensar lo que hacemos.
Virtudes cardinales |
Pecado por defecto |
Pecado por exceso |
Fortaleza |
Cobardía, pusilanimidad |
Temeridad |
Justicia |
Indulgencia, pasividad |
Rigorismo |
Prudencia |
Precipitación, falta de consideración de las cosas necesarias (negligencia) o inconstancia |
Escrupulosidad |
Templanza |
Intemperancia, desenfreno |
Insensibilidad |
Las virtudes están relacionadas entre ellas. P. ej.: no podemos tener una muy buena fortaleza sin prudencia.
No hay que confundir el término medio con la mediocridad |
Como vimos al hablar de cómo asemejarnos más a Jesucristo, en nuestra vida lo único que hacemos es permitir o impedir que las fuerzas o inspiraciones de los seres espirituales pasen a través de nosotros y se materialicen en el mundo.
Hablando de las virtudes teologales,
La fe es “lo que sale de nuestro interior” (donde está la Santísima Trinida), cuando dejamos de creer las mentiras que nos inspiran los demonios. (La fe sale sola cuando apartamos los obstáculos, nuestras reticencias). (Las mentiras que nos inspiran los demonios nos dicen que no hay más que lo que conocemos).
La esperanza es “lo que sale de nuestro interior” cuando dejamos de creer lo que nos dicen los demonios: que sólo puede ocurrir lo que ha ocurrido ya antes.
La caridad, el amor es “lo que sale de nuestro interior”, naturalmente, cuando dejamos de creer lo que nos dicen los demonios: que somos los más importantes del Universo.
Los vicios no son sólo lo que habitualmente llamamos “vicios”: beber (tomar), drogas, mujeriego, ludópata, morderse las uñas,... también llamados “mala costumbre”, todos ellos “materiales”.
También tenemos muchos vicios inmateriales (de palabra o pensamiento): vicio de odiar a los que consideramos “enemigos”, vicio de quejarnos, vicio de expresar nuestro enfado, vicio de insultar, de decir palabrotas, de blasfemar,...
Tanto las virtudes como los vicios son hábitos, son costumbres, rutinas, y por tanto, salirse de ellas requiere un esfuerzo especial, porque las cosas, y las personas, sin un esfuerzo especial, solemos seguir el camino más fácil, que es repetir lo que siempre hemos hecho.
El vicio es el hábito de un cierto pecado. Sólo podemos salir de él con la penitencia: primero haciendo el examen de conciencia que nos lo descubra y luego con el resto de partes. Y será probable que recaigamos en él muchas veces.
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Rezar el Rosario (mejor en latín) es imprescindible.
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