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Índice de temas religiosos
Estamos en "los tiempos finales" (enlace)

Educar bien a un niño es dosificarle las frustraciones

(Servidor no tiene ningún título de educador. Seguro que un especialista puede completar lo dicho)

Hasta los 6 años aproximadamente el niño no es plenamente consciente de que él es alguien diferente de los demás. Eso implica, entre otras cosas, que no tiene ninguna defensa del exterior: todo lo que viva, bueno o malo, formará parte central de él (y no consciente) durante muchos años, quizá toda su vida. Por ello es muy peligroso exponerle a ambientes, experiencias, sin la protección constante de los que le quieren y saben protegerle, para que no viva experiencias por encima de su capacidad de dominarlas y "se le fundan los plomos" en ese aspecto.

Además, hemos de explicarles las cosas haciéndolas nosotros, pues ellos no razonan, sólo saben imitar.

Yo y el mundo En cada ocasión que invitamos a hacer algo nuevo a nuestro hijo, hemos de explicarle:

  1. en qué consiste “el juego” (en qué va a poder expresar su energía).

  2. las “reglas del juego”, los límites (hasta dónde se puede jugar, cuánto tiempo,...)

Es decir, le estamos avisando:

Con ello, el niño empieza:

Con ello, el niño:

Con ello, evitamos:

Hemos de explicar las nuevas actividades a nuestro hijo procurando no olvidarnos ningún límite importante (sin obsesionarnos). Todo límite que recordamos a nuestro hijos cuando éste ya está jugando, le resulta más difícil, costoso, doloroso de aceptar (“tu no me dijiste nada de que no podía salir de esta zona”).

Cuando hemos de recurrir al castigo, a la reprensión material a nuestro hijo es porque antes le hemos mal-educado: fallando en nuestras obligaciones o permitiendo que otros lo mal-eduquen: la tv, internet, malas compañías,... Y los tonos de voz pueden ser mucho más violentos que un cachete.
Sin obsesionarnos, si hemos hecho algo mal lo rectificamos como podamos y seguimos para adelante.
Incluso el equivocarnos puede ser beneficioso para nuestros hijos si sabemos comportarnos ante ese hecho inevitable (todos nos equivocamos de vez en cuando): cuando reconocemos abierta y sencillamente cualquier error nuestro, "sin que se caiga el mundo", el niño (que aprende copiando), aprenderá lo mismo: a decir "le ruego me perdone, olvidé decirle que...".

El niño va acumulando “frustraciones”, “reglas de juego”.

Al principio, aprenderá que “hay que tratar con cariño lo que nos rodea: personas y cosas”.

Así, luego, cuando le expliquemos que vamos a jugar a pelota, sólo tendremos que explicarle las reglas del juego (“dar patadas al balón hasta meterlo en la portería del otro niño”), ya no necesitaremos decirle que “no rompa la portería o pegue a los otros jugadores”.

A evitar:

A los niños pequeños todo se lo damos pequeño: la ropita, la ración de comida, la silla, la cama,... también deben ser pequeñas las frustraciones que les vayamos dando.

Yo y el mundo

Con las frustraciones despertamos a la separación entre “Yo” y “lo demás”

Cómo nos dimos cuenta que hay un “Yo” y un “resto del mundo”:

Si no hay obstáculos,

formación de la conciencia

nuestros impulsos naturales, automáticos, de actuar se convierten verdaderamente en actos. Nuestra energía sale de nosotros al objeto externo (damos una patada a un balón).

Si hay algo que impide nuestra acción anterior, la energía no puede salir de nosotros, alcanza un pico mucho más importante y ese “extra” de energía se acumula en nuestro interior, condensándose, materializándose, cristalizando, formando una estructura perdurable: conformando un recuerdo de una acción y, por tanto, un sujeto de la misma: “alguien ha chocado contra un obstáculo”. A ese “alguien” luego le llamaremos “Yo”.

formación de la conciencia, represión

Las frustraciones (pequeñas mejor que grandes) van formando nuestra conciencia de “Yo”.

Dado que las funciones corporales ya maduras tienen un límite de energía que pueden gastar, el pico de energía se gasta en desarrollar alguna función pre-figurada (la conciencia). (Igual que en un guante de goma chafado están prefigurados sus cinco dedos y basta soplar aire dentro para que aparezcan).

Las drogas o el azúcar incrementan este efecto por los picos de energía que producen.

Las explosiones de energía producen el mismo efecto que poner una bomba junto a un coche para que se mueva. Si queremos mover un coche, tenemos que empujarlo suave y continuamente, no darle golpes ni explosiones.

Con el pico de energía memorizamos ese hecho traumático. Ejercitamos / desarrollamos la memoria y la inteligencia (abstracción). (¡por la cuenta que nos trae!)

"La letra con sangre entra"

Las frustraciones van produciendo la conciencia

Lo cual es bastante evidente. Cuando no sabemos nada, (como los niños que no saben nada del mundo), es como cuando andamos en una habitación oscura desconocida: nos hacemos una idea de lo que hay dándonos golpes con la cabeza (frustración brutal) o palpando con las manos (frustración ligera). En ambos casos, la frustración de nuestro movimiento (al toparnos con el obstáculo) es lo que nos hace tomar conciencia de la situación.

Y de mayores, ¡cuánto se incrementa nuestra conciencia, cuando perdemos algo y nos damos cuenta de lo que vale! (Por eso dicen que es tan bueno ponernos en el momento de la muerte para enjuiciar las cosas, porque con la muerte perderemos todo lo material y en ese momento tendremos la visión más verdadera de lo que valen las cosas).

reprimido: mucha cabeza, poco cuerpo Con los niños, el problema es que las represiones importantes desarrollan su conciencia cuando todavía es temprano, cuando todavía debe desarrollar su cuerpo. (Tendrá deficiencias de desarrollo corporal y un exceso de tensión mental: dos malas herencias para el futuro). Igualmente si se le estimula a pensar cuando todavía tiene que desarrollar lo más básico de su cuerpo (antes de los 7 años).

También son perjudiciales para ellos la televisión (ver artículo sobre cómo daña la tv a los niños), o los parques infantiles (con figuras geométricas con colores vivos, totalmente antinaturales).

La conciencia nace de las frustraciones, y luego se desarrolla igual (por las malas) o estudiando u observando (por las buenas: "el sabio aprende de los errores de los demás, el necio no aprende ni de los suyos").

Es curioso cómo, los golpes, los movimientos frustrados, las sacudidas, es también como se hacen los preparados homeopáticos, donde no hay “principio activo”, es pura información. (Ver más información aquí).

Con las frustraciones vamos desarrollando nuestra capacidad de lucha

Podemos actuar correctamente o no (esto está más explicado en este otro artículo). Aquí nos limitamos al actuar correcto.

Cuando actuamos correctamente, podemos hacerlo por iniciativa de la Voluntad, sin que haya nada material que percibamos con el cuerpo ("hoy voy a estudiar tal cosa"), o nuestra acción puede estar originada en algo que nos dice el cuerpo ("tengo sed").

Cualquiera que sea su origen, tenemos dos tipos de acciones: las relacionadas con el placer y las relacionadas con la lucha.

La relación del niño pequeño con el placer no la tratamos en este artículo.

El desarrollo de su otra capacidad, la de lucha, es la que se desarrolla con las frustraciones (a su medida). Es decir, cuando el niño intenta poner tres piezas de madera una encima de otra, no lo hace bien y se le caen; y vuelve a intentarlo hasta que lo consigue, está haciéndose resistente a la pequeña frustración de que se le caiga, está desarrollando su capacidad de lucha, resistencia, frente a las adversidades.

El niño pequeño que hoy lucha contra una pequeña resistencia material, sensible, de mayor luchará, en su interior, contra el poder del Maligno, invisible, grande (y vencerá con la gracia de Dios).

Inicio

Acción

Por propia iniciativa

Respuesta a un placer (que percibimos con los sentidos o recordamos como idea)

o

Respuesta a una resistencia, dificultad, frustración (que percibimos con los sentidos o recordamos como idea)

Como reacción a algo

Más sobre el control de nuestras acciones y sus emociones correspondientes en este otro artículo.



Acabo de publicar unos libros muy interesantes sobre el cielo y el ángel de la guarda, de sacerdotes de principios del siglo XX. Tienen reseñas de los mismos en esta página de mi otra web

Rezar el Rosario (mejor en latín) es el principal recurso que nos queda.

Estas páginas son apuntes que pueden contener errores de un servidor y se van mejorando con el tiempo y la gracia de Dios.

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