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Índice de temas religiosos
Estamos en "los tiempos finales" (enlace)

Psicología: como desarrollarnos (espiritualmente)

Índice

Lo que somos (como un canal por donde pasa Inteligencia, Amor y Energía)

Formas de vivir (como esclavos, o libres)

Hacerse como niños para ir al cielo

Nuestros pecados nos afectan la forma de ver el mundo

Qué es el “desarrollo espiritual”, “crecimiento personal”

Cómo manejar los problemas y que no se conviertan en traumas

La importancia de aprender

Hay trabajos que favorecen y otros dificultan el aprendizaje

Obediencia

Cómo saber cómo vamos (señales: sueños, respiración, paz, hechos, locura)

Cómo es nuestra vida (metáforas, al revés de como nos dijeron de pequeños)

Pensar bien

Astrología

Lo que somos

nosotros, Dios y nuestras obras
Somos como un canal, un tubo, por el que la Energía / Inteligencia / Amor que viene de Dios se materializa en el mundo.

La gracia es la presión del agua del pantano. Nosotros sólo podemos permitir o no que la gracia que recibimos se materialice. No tenemos fuerzas propias, sólo damos (o no) el permiso. (JC: "no te debes apropiar esas gracias, ni ser mezquina en distribuirlas a los demás, ya que he querido servirme de tu corazón como de un canal, con el fin de repartirlas, según mis designios, en las almas". Autobiografía de S. Margarita Mª de Alacoque. Ed. Apostolado mariano. p. 13)

Cuando somos niños, pues poca I, A, E podemos materializar.

De pequeños somos así
De mayores hemos de ser un tubo por el que pase toda la A, I, E que podamos.

De mayores debemos ser así

Canal tapado con trastos Si somos un tubo estrecho, o somos un gran tubo ancho, con gran Inteligencia, capacidad de Amar y mucha Energía, pero tenemos nuestro interior lleno de “trastos”, taponarán el agua y no haremos nada. Los “trastos” es nuestro desorden en la cabeza, corazón y cuerpo. Cabeza llena de deseos contradictorios, imposibles; nuestro corazón lleno de rencores, odio a gente, miedos irracionales; nuestro cuerpo envenenado cada día con mal humor,...

En vez de “abrirnos”, aceptar la Voluntad de Dios, queremos que sea la Voluntad de Dios la que se amolde a nuestros deseos, proyectos. Con razón que éstos no avanzan. Hagamos nuestros los proyectos de Dios para nosotros y veremos cómo todo va “viento en popa”. Somos como el jardinero que no deja crecer al árbol porque está continuamente podándolo para que tome una forma extrañísima. Imposible que crezca y dé fruto, se quedará como un bonsai. En cambio, si le deja que desarrolle todo su potencial, podando sólo los excesos, dará gran fruto. Eso tenemos que hacer nosotros, dejar que pase a través nuestro toda la potencia de Dios, refrenando sólo nuestros excesos (limpiando los trastos).

En todo lo que hacemos hemos de poner energía, inteligencia y amor, aunque no siempre en la misma proporción: si doy de comer a mi hijo no necesito mucha energía, sino principalmente amor e inteligencia; si tengo que cargar en el auto un frigorífico, pues me hace falta sobre todo energía, ni mucha inteligencia ni amor. Si tengo que escribir una carta, pues más inteligencia y amor que energía. Etc.

(Cuando hablamos de Energía nos referimos a todas las facultades que también tiene un animal: un animal, además de tener fuerza, también tiene sensibilidad, buena percepción: oído, vista, tacto,... y otras facultades: equilibrio, agilidad, etc. La Inteligencia, capacidad de razonar, y el Amor, capacidad de querer, de amar, sólo las tenemos “de los hombres hacia arriba” (hombres, ángeles, Dios).

Cuanta más Energía / Inteligencia / Amor materializamos en el mundo, permitimos que pase a través nuestro, estamos ensanchándonos, estamos creciendo.

Nuestros actos

facultades equilibradas y muy desarrolladas Nos conviene tener estas tres facultades: I, A, E, bien grandes y equilibradas, igual de desarrolladas, para poder poner en cada acto toda la I, A, E que necesita (o no hacerlo en absoluto, pero no hacerlo “a medias” y, por tanto, mal):

Si tengo las 3 facultades equilibradas, ni querré ni haré más cosas que las que pueda hacer bien.

acción correcta
Si alguna la tengo muy poco desarrollada, pues mis acciones pecarán de eso.

acción incorrecta
Si me falta la Energía (estoy imposibilitado o inconsciente), pues por mucho amor e inteligencia que tenga, no lo podré manifestar.

Si me falta la Inteligencia, pues iré provocando grandes desastres con la mejor intención. O la gente abusará grandemente de mi bondad.

Si me falta el Amor, pues mis acciones serán perfectamente razonables pero crueles, frías (como las de los psicópatas).

El contacto con el infinito por los 3 aspectos

Creciendo hasta el infinito 3 aspectos: “inteligencia”, “amor”, “energía / sensibilidad”

Hay gente que conecta con el infinito por el aspecto “energía / sensibilidad”: son los músicos, bailarines, deportistas,...

Hay gente que lo hace a través de la “inteligencia”: matemáticos que descubren a Dios en la belleza de las matemáticas, filósofos,...

Hay gente que lo hace a través del aspecto “amor”: madres que aman a sus hijos, monjas,...

(Esta relación no quiere decir que los monjes no amen, o los padres, o los pastores, etc., ni que todos los músicos o bailarines se den cuenta del aspecto infinito de la vida).

Alcanzar fácil, habitualmente, el infinito por uno de los tres aspectos está bien (siempre que no nos falte lo fundamental, la fe), pero puede ser muy insuficiente por lo explicado antes en el apartado anterior.

Formas de vivir (libres o esclavos)

Ser más o menos libres o esclavos es algo fundamental.

Si somos muy esclavos es como no vivir, pues no podemos vivir para nosotros, para nuestro bien, estamos dando nuestra vida al que nos manda.

Hay organizaciones que garantizan el éxito social a sus miembros a cambio de... hacer lo que les dice el superior.

Pero la gran mayoría de personas "nos vendemos más baratos": "trabajamos para otros" (para el Demonio), creyéndonos las mentiras que nos enseñan por todos lados, y encima trabajamos gratis o incluso pagando (y nos hacemos socios de ciertas organizaciones con bellos fines aparentes). Esto nos ocurre a todos en mayor o menor medida.

Además, mucha gente vive esclava de su orgullo, de su “personaje”, confundiendo lo que hacen, sus circunstancias con su esencia (divina). Y así, creen ser “abogados”, “alcalde”, “francés”,...

Otros llaman al “personaje”, la “importancia personal”, “ir de...”. Nuestro orgullo alimenta ese error.

A veces hay quien, además de ser esclavos de su “yo”, como hemos dicho antes, adoran a una idea a la que dedican su vida. Suele tener bonitos nombres: “la madre Tierra”, “el bien de la Humanidad”, “el bien de todos los seres sintientes”,...

Los que viven todo el día esclavos de, “metidos en” sus ideas, difícilmente cambian porque están como muertos, viviendo como máquinas guiadas por el placer y huyendo del dolor.

Como consecuencia, viven la vida como una lucha entre eso concreto que creen ser y el resto del mundo. Es normal, porque todo lo concreto choca, está amenazado, por el resto de “concretos” del mundo.

Cuando los orientales dicen que el más grave error es el 'egoísmo', alimentar nuestra “importancia personal”, vernos como el centro del mundo, se refieren a esto. En occidente no lo entendemos bien, sino como codicia, interés exclusivamente propio,... que son las consecuencias, que no el origen de esta esclavitud.

Vivir libres, esclavos de la voluntad de Dios

Viviendo sin el trabajo de defender un “personaje”, abiertos a tener o perder todo en la vida si es la voluntad de Dios. Atentos cada momento a escuchar Su voluntad, cada día diferente, aceptando que Su voluntad nos traiga y nos lleve donde quiera, a nosotros, hijos suyos (si bautizados).

Viendo, recordando siempre la parte divina que hay en los demás.

Hacerse como niños para ir al cielo

Cuando somos bebés, estamos completamente abiertos a todo, totalmente receptivos, somos como una esponja (y no hacemos nada).

Al crecer vamos siendo más selectivos en lo que absorbemos (y cada vez hacemos más cosas).

Podemos llegar a ser tan selectivos que incluso rechacemos como equivocado lo más importante.

O podemos ir despojándonos de las mentiras que hemos creído toda la vida y quedarnos con las pocas verdades más importantes.

Esto es lo que quiere decir Cristo cuando nos pide que, habiendo llegado a hombres/mujeres adultos, nos convirtamos en niños: sin prejuicios, prepotencias, ideas concebidas, desconfianzas, recelos, miedos,

Es decir, de los tres aspectos que somos (Inteligencia, Amor, Energía)

Ojo, hacerse como niños no es una opción, un consejo, es un requisito para entrar en el cielo:

¿Quién será el más grande en el reino de los cielos? Él, llamando a sí a un niño, le puso en medio de ellos, y dijo: En verdad os digo, si no os volviereis y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Pues el que se humillare hasta hacerse como un niño de éstos, ése será el más grande en el reino de los cielos. (Mt 18, 3)

Nuestros pecados nos afectan la forma de ver el mundo

Y, en vez de ver la realidad, vemos lo que ellos quieren. Sólo Dios es capaz de conocer la realidad completamente. La razón nos sirve sólo para algunas cosas parciales. Muchas cosas invisibles sólo podemos conocerlas a través de la fe.

Vemos el mundo tal como lo ven los demonios que nos poseen habitualmente o como lo ve Dios (si sabemos mantenernos en ello).

Si nuestro mayor pecado es el odio (a personas), los demás nos darán los mejores motivos para odiarles.

Si uno de mis egos (demonio que me posee) me dice que es muy importante que la gente sepa cómo vuelan las mariposas y que tengo que dedicar mi vida a ello, los días siguientes crearé un mundo lleno de gente a quien no le importa cómo vuelan las mariposas.

El rechazo que veré en los demás a aprender algo "tan importante", tiene exactamente el mismo tamaño que mi interés.

("Querer hacer un mundo mejor" es, por todo lo anterior, una equivocación. Una idea que nos mete uno de nuestros "egos buenos" -lobos disfrazados de corderos-, tan tirano y perjudicial como los malos, claro).

Este apartado está más explicado en otro artículo, donde habla de cómo deformamos nuestra visión de la realidad.

Qué es el “desarrollo espiritual”, “crecimiento personal”

Lo espiritual (en una persona) es lo que no se ve: pensamientos, sentimientos, deseos, miedos,...

Vamos creciendo hasta los 18 años, pero luego podemos seguir creciendo en mejorar lo invisible que llevamos dentro.

Cada vez que mejoramos nuestro comportamiento, crecemos. Por eso se habla de 'X es un gran hombre'.

Se trata de abrir los ojos, más que de hacer cosas.

Descubrir a Jesucristo en nuestro interior e imitarle al máximo.

Ver que nuestro demoniete “ego”, orgullo, nos posee tanto que nos olvidamos de quienes nosotros y qué hacemos aquí.

Dejar de hacer caso a este demoniete es el requisito y primer objetivo para poder empezar a vivir de verdad (vivir para nuestro desarrollo) y no vivir medio muertos.

Las enseñanzas psicológicas de Antonio Blay, en particular su libro 'Tensión, miedo y liberación interior' son muy claras. (Se puede conseguir en formato electrónico en internet ). Sólo pueden servir para empezar el camino, para entender cómo llegamos a nuestra penosa situación, pero luego hay que seguir las enseñanzas de la Iglesia (la verdadera, no la que aparece como tal ahora).

Cómo manejar los problemas y que no se conviertan en traumas

Decimos que “rompió a llorar”. Fijémonos que la gente, antes de llorar, acumula durante un tiempo, una tensión, y, luego, en un instante, “rompe a llorar”. Es decir, que ha habido algo que ha frenado (y contenido) el flujo de nuestra energía (como una presa) y luego, se desborda el obstáculo, se rompe la presa, y aparece el llanto de repente.

Los traumas no son más que las “presas” que tenemos en nuestro interior que impiden el flujo normal de nuestra energía, que impiden que tengamos una vida normal, activa, y no vayamos quedándonos atrancados en, por, el recuerdo de nuestras malas experiencias. (Como el que tuviera pánico a los perros porque le hubieran mordido una vez y luego tuviera dificultades en llegar a los sitios por tener que dar largos rodeos esquivando a la gente paseando con perro).

Qué hace la gente con una mala experiencia (que les muerda un perro):

No creyente

Creyente

Como parte de una visión del mundo “yo soy bueno” - “el resto del mundo es malo”, añade el perro a “los malos”.

Como parte de una visión del mundo “todo ocurre para bien de los que aman al Señor” y sabiéndose pecador:

Hace “examen de conciencia”, para ver cómo colaboró en provocar al perro (quizá porque entró en casa ajena para robar). Quizá vea su culpa o quizá no. Ello le puede llevar a rebajar o anular la maldad del otro.

Echa la culpa de todo a los demás o al azar.

Lo que vea como su responsabilidad lo acepta como castigo por su pecado, el resto lo acepta como prueba que Dios le ha enviado, todavía sin saber para qué.

Generaliza el aspecto principal de la experiencia (todos los perros son malos).

Recuerda el hecho como un caso aislado. (Ese perro me mordió en tal circunstancia).

Su recuerdo le altera grandemente.

Su recuerdo no le altera grandemente.

Le altera tanto que huye de todo lo que le recuerde la experiencia.

Le altera tan poco que puede caer varias veces en la misma piedra.

Le altera tanto que ni quiere hablar del asunto.

Habla de ello como de cualquier otra experiencia pasada.

Su mundo es un conjunto de tópicos amenazantes: los perros, los barbudos, los policías, la suciedad, los virus,...

Su mundo es está lleno de oportunidades, porque los casos nunca son idénticos.

Cada día dice “quiero hacer esto”.

Cada día dice “hágase Tu voluntad”.

Resumen:

Su visión equivocada de la realidad (dividida entre yo bueno y los otros malos) hace que toda experiencia negativa se la refuerce.

Resumen:

Su tendencia a la humildad (creerse pecador y merecedor de castigos) y, en todo caso la Voluntad de Dios, elimina cualquier carga emocional negativa que pudiera quedar.

Queda “herida” (abierta), rastro, memoria emocional (negativa)

“¡el perro me mordió!”

Queda cicatriz, recuerdo (herida cerrada). No queda rastro emocional. (“una vez me mordió un perro”)

La importancia de aprender

(Como sea, estudiando, leyendo lo que dicen otros, u observando, a otros, a nosotros mismos)

(Ver también lo dicho en otro artículo, que habla de la “Necesidad de estudiar y observar”)

¡Cuántas veces algo que hemos aprendido nos ha cambiado y mejorado la vida! (o nos permite conservar la buena salud).

Aprender para poder vivir bien

Si no aprendemos qué hay en el mundo y las relaciones entre las cosas (que debemos conocer), pues tendremos problemas.

Sería como el jefe de empresa que pueda ver con sus ojos un balance de contabilidad pero no sepa entenderlo. Igualmente nosotros, no sólo hemos de ver las cosas con los ojos u oírlas, hemos de entender lo que dicen. Por eso hemos de aprender las señales de circulación para poder conducir, o aprender cosas más importantes.

Si ya no tenemos muy claro los conceptos más importantes de la vida, sino que los llegamos a tener equivocados o no sabemos lo que son (perdón, orgullo, amor,...)... ¡es que no podemos ejercerlos! No podemos ejercer aquéllo que no sabemos lo que es. ¿Cómo vamos a amar si no sabemos lo que es, si lo confundimos con un negocio de dar y recibir, o con la sexualidad, o el sentimiento o la sensualidad? Somos como cocineros extranjeros que echan a la olla ingredientes de botes con etiquetas que no entienden. ¿Cómo van a hacer un plato no ya suculento, sino sólo comestible? ¿Cómo vamos a llegar no ya a ser santos, sino a siquiera librarnos del infierno?

No podemos hacer lo que no conocemos (en el caso de los cantantes, cantar una nota que no oyen, por eso cuando tienen problemas al cantar porque desafinan, van al otorrino o a terapeutas del método Tomatis).

Si no aprendemos cómo es la realidad, la verdad de los conceptos importantes de la vida, es como si fuéramos sastres y tuviéramos reglas mal hechas. ¿Cómo íbamos a hacer, no ya trajes bonitos, sino sólo trajes que el cliente se los pudiera poner?

El que más sabe puede servir mejor a Dios y ello le redundará más gloria en el cielo.

Si estamos

Nos parecemos a

Con nuestra vida llena de errores, mentiras (sobre todo en los temas más importantes): quien somos, qué hacemos aquí, cómo funciona el mundo,...

Como monos haciendo de bibliotecarios clasificando los libros por su tamaño, color y olor.

Sabiendo las verdades principales y estudiando para ir aprendiendo para comportarnos cada vez mejor

Jesucristo. Que es una forma de describir nuestra misión en la vida: hacernos lo más posible parecidos a Él.

Aprender para poder corregir nuestros errores pasados

De pequeños hemos ido copiando, aprendiendo por imitación, los comportamientos de los mayores. No podíamos hacerlo de otra manera porque no éramos capaces de entender nada, no hubiéramos sido capaces de entender los razonamientos de los mayores por varios motivos: no teníamos el raciocinio desarrollado ni conocíamos de qué nos hablaban.

De muy pequeños es que ni siquiera nos damos cuenta que somos alguien diferente de los demás, que somos un “yo” y hay un “tú”, “él”, etc. (Ver un artículo de cómo se forma la conciencia).

A medida que vamos creciendo, vamos siendo cada vez más capaces de aprender (por nosotros mismos) y no necesitamos imitar tanto, aunque seamos muy viejos y sabios siempre podemos encontrarnos en situaciones nuevas donde tengamos que suspender nuestros raciocinios, opiniones, comportamientos, y debamos imitar lo que veamos: “allí donde fueres, haz como vieres”.

Imaginemos que nos dejan caer en paracaídas en un lugar con una cultura muy diferente a la nuestra, de la que no tenemos ni idea. ¿Qué haremos? Pues imitar lo que hacen hasta que nos enteremos cómo funciona aquella sociedad. Si ellos hacen lo que hacen (comen tal fruta) y siguen vivos, pues hagamos lo mismo que parece lo más probable que nos quite el hambre y no nos muramos.

A medida que vamos creciendo y vamos siendo capaces de aprender por nuestra cuenta, también hemos de ir evaluando, valorando, mirando si lo que hemos estado haciendo en el pasado es correcto o no. Para esto principalmente está la penitencia (la primera parte de ella que es el examen de conciencia), pero nos sirve cualquier otro buen método de aprender. Esto de recordar y evaluar el pasado, y decidir si tenemos que seguir repitiendo el comportamiento o cambiarlo, y limpiar todo rencor o mal sentimiento que tengamos por su causa (perdonar y perdonarnos), los creyentes lo llaman “hacer penitencia”, otras culturas los llaman “recapitular”.

Este proceso de “limpieza” hemos de hacerlo hasta morirnos, por muchos motivos:

Es decir, en cualquier momento de nuestra vida, tenemos unos comportamientos habituales de los que somos conscientes (virtudes si son buenos, vicios si son malos; aunque podemos ejercitar una virtud en un momento dado que sea inapropiada en esa circunstancia, y pecar, por ejemplo, siendo rigurosos cuando debemos ser misericordiosos), y tenemos unos comportamientos habituales de los que no somos conscientes (porque llevamos haciéndolos toda la vida, estamos tan habituados a ellos que no los vemos). Pueden ser virtudes o vicios e, igualmente, equivocarnos con ellos al actuar, siguiéndolos, en un momento dado. Por ejemplo, los creyentes solemos tener bastante amor a todos, que nos lleva a mirar sólo el lado bueno de los demás y, en alguna ocasión, puede llevarnos a la misericordia cuando deberíamos aplicar el rigor.

Se trata de:

  1. Intentar evaluar con la consciencia, valorar, juzgar, cuantas más acciones (u omisiones) nuestras.

  2. Aprender para tener una buena regla con la que medir, juzgar, valorar, las acciones anteriores. Si tenemos una regla de un metro que realmente tiene dos metros, todas nuestras acciones nos parecerán la mitad de pequeñas de lo que son realmente. “Mis pecados miden medio metro”, nos diremos; cuando todos los demás, con buenas reglas, y Dios (que es la verdad), verán que miden 1 metro.

Es decir, tanto pecamos por:

  1. Llevar una vida inconsciente, sin reflexionar en lo que hacemos, comportándonos siempre reaccionando a los golpes que vamos recibiendo de todos lados (y que vamos atribuyendo a la maldad de todos los que los rodean, no a que nosotros vamos conduciendo como locos). Todo lo que no hacemos conscientemente lo hacemos “en automático”, inconscientemente, repitiendo los hábitos (buenos, virtudes; malos, vicios), que aprendimos de pequeños por imitación (recordemos lo dicho que incluso siguiendo virtudes podemos pecar en un momento dado).

  2. Llevar una vida consciente pero guiando nuestro rumbo con una brújula que no marca el Norte, midiendo nuestras acciones con una regla de metro que no mide un metro.

Hasta qué punto son culpables esas ignorancias, sólo Dios lo sabe, pero nosotros, como nos recomiendan todos los santos, es mejor que seamos rigurosos con nosotros mismos, nos arrepintamos, pidamos perdón a Dios y castiguemos en la vida, que no esperemos a después de la muerte, en que ya no rige la infinita misericordia de Dios, sino solo su pura justicia.

Generalmente pecaremos mucho más con los comportamientos inconscientes que con los conscientes, porque cuando somos conscientes podemos darnos cuenta de nuestra equivocación, cosa imposible si estamos inconscientes. Y pasamos mucho más tiempo inconscientes de lo que nos pensamos, metidos en la rutina, o reaccionando maquinalmente a los golpes de la vida.

También pecaremos por guiarnos por nuestra brújula estropeada, sólo Dios sabe cuánto por debilidad, cuánto por ignorancia culpable.

También pecaremos (Dios nos libre), por maldad, siguiendo un rumbo contrario al que sabemos que Dios nos manda.

¿Aprender? ¿Para qué pensar en las cosas desagradables que nos dice la religión: el infierno, el pecado, si con lo que hago estoy bien? Es lo que dicen los que se tiran de un rascacielos. Cuando van cayendo ya por el tercer piso también se preguntan: "¿por qué la gente chilla tanto? Todo me va bien".

Todo va bien

Hay trabajos que favorecen y otros dificultan el aprendizaje

Los trabajos que dan resultados visibles, a corto plazo y corta distancia, que dependen sólo de nosotros y trabajando cosas sin vida son los mejores para aprender, pues nos dicen instantánea e irrebatiblemente si estamos haciendo las cosas bien o mal. Por ejemplo: cocinero, artesano. Con ellos es más difícil que nuestro orgullo nos haga creernos perfectos trabajadores echando la culpa de todo lo malo que nos sucede a otros (el tiempo, los virus, los demás, la mala suerte).

Los trabajos con resultados a largo plazo o a larga distancia, con resultados invisibles, en equipo, sobre personas, ayudan menos por lo contrario.

Al mismo tiempo, el tipo de trabajo ayuda más o menos a tener libertad de espíritu, a pensar y decir lo que creamos conveniente, con pocos compromisos sociales. (Cuanto más pobres somos más libres somos, pues a nadie importa lo que decimos, y tenemos menos que perder).

“Allí donde tienes tu tesoro, allí pondrás tu corazón”. Si nuestro tesoro está en mantener nuestro prestigio de XXX, pues no querremos aprender nada que nos demuestre que dañemos con nuestro trabajo a la gente, seremos esclavos de nuestro prestigio. El trabajo en el campo de agricultura y ganadería de subsistencia, es el que menos limita al espíritu.

(No trabajar no facilita el aprendizaje: parados, jubilados, estudiantes aprobados fácilmente).

Qué pasa si no aprendemos

Podemos no aprender por dos impedimentos: no queremos aprender, y/o no hemos desarrollado la capacidad de aprender fácilmente (nos cuesta tener pensamientos ordenados y encadenarlos con lógica). Lo segundo es consecuencia de una educación deficiente, lo primero quizá es cerrazón consecuencia del orgullo u otros pecados.

Si no aprendemos en la vida, en todos los aspectos que no hayamos trabajado, estudiado, nos seguiremos comportando como niños, siguiendo, imitando al que nos parece más conveniente. “Lo hago así porque así lo hacía mi madre”, “hago como el protagonista de la novela tal”,...

De pequeños imitamos a nuestros padres (porque no hay nadie más en casa), de mayores imitamos a los que más influyen sobre nosotros, a los que más nos han sido sugerentes, de los que más hemos sido sugestionados (consciente o inconscientemente por ellos). Pueden ser buenos modelos (vivos o muertos): nuestros padres, un santo, otro familiar, un profesor, un jefe; o malos (todos los que salen en los medios de masas, películas, malas novelas, etc.).

No hay más opciones:

  1. o nos comportamos en base a razonamientos (más o menos ciertos o erróneos, pero en base a lo que hemos estudiado, aprendido).

  2. o nos comportamos siguiendo, imitando, copiando, obedeciendo, lo que nos dice nuestro ídolo en cada aspecto de nuestra vida. Ya sea nuestro “gurú” en tal tema, o nuestro personaje favorito en tal película, o el político de turno.

En el primero caso, nuevas informaciones cambiarán nuestro comportamiento. En el segundo, aunque venga Dios a enseñarnos a sumar, seguiremos pensando que 2 más 2 son 5 si lo dice nuestro ídolo.

Sólo hay un Norte y sólo hay un ídolo verdadero a quien vale la pena seguir: Jesucristo

Obediencia

De pequeños, para nosotros, nuestros padres eran Dios, pues de ellos recibíamos todo: sustento, casa, cuidados, amor, y guía en el nuevo mundo al que habíamos llegado e íbamos descubriendo. (Por ello no hay que dejar nunca solo a un niño pequeño, siempre debe sentir que hay alguien que le cuida).

Obedecerles era natural: no teníamos alternativa y ni siquiera éramos conscientes de ser alguien distinto, separado de ellos.

A medida que fuimos creciendo, fuimos dándonos cuenta que nosotros éramos nosotros y ellos, ellos, fue naciendo nuestra voluntad independiente de la suya y, por tanto, discrepante de la suya en algún momento; y tuvimos que empezar a obedecer, a hacer algo contrario a nuestra voluntad inicial. Si aprendimos bien lo que era la obediencia (olvidarnos de nuestra voluntad y cambiarla por la del superior, sin recibir razones de lo mandado), entonces no sufrimos por ello. Si no lo aprendimos bien entonces lo vivimos con sufrimiento y fuimos acumulando heridas por ello, rencores, desamor a nuestros padres (¡qué horrible!).

Cuando llegamos a la adolescencia, a la madurez sexual, todos los rencores acumulados los sumaremos a nuestro natural deseo de mayor protagonismo en la familia y social, y nos haremos rebeldes, pequeños gamberros sociales. Y así seguiremos hasta que no aprendamos y nos deshagamos de esos rencores. Esto nos puede ocurrir pronto o nunca. Evidentemente, esos errores (no amar a nuestro padre o madre) tendrán malas consecuencias: en el caso de los hombres, problema de integración social (si odio al padre) o de matrimonio (si odiamos a la madre); en el caso de las mujeres, problemas para casarse (si odian al padre) o para tener hijos (si odian a la madre). Para la mujer, todo hombre (quizá futuro novio / marido) es el recuerdo del padre, y para el hombre, toda mujer (quizá futura novia / esposa) es el recuerdo de la madre por motivos evidentes: el padre es el primer hombre que conoce un niño y su madre la primera mujer.

En caso de que hayamos aprendido bien a obedecer de pequeños pues de adolescentes tendremos el natural deseo de mayor protagonismo, pero que probablemente se encauzará constructivamente, dada la ausencia de obstáculos (rencores) en el flujo de amor entre padres e hijos.

Cómo saber cómo vamos

Por lo que hacemos, por cómo son nuestros sueños, por cómo nos sentimos, respiramos; porque tenemos paz (no completa, porque tenemos a la vez desconfianza y certeza).

Por lo que hacemos nos consideran locos

El creyente cree lo que dice el credo, cumple los mandamientos, especialmente el último: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”, tiene tentaciones, estudia, reza.

Como consecuencia de ello:

Lo no-razonable nunca procede de Dios (conducir borracho). Lo razonable muchas veces tampoco es una inspiración divina. Si llevamos una vida 100% razonable,... estamos comportando como máquinas, y las máquinas no tienen vida, siempre hacen lo mismo.

De Jesucristo decían: «Está endemoniado, ha perdido el juicio» (Jn 10,20), sus familiares decían: «no está en sus cabales»» (Mc 3,21). A San Luis, rey de Francia, se le acusaba de "rezar demasiado". Nadie le hubiera dicho nada si hubiera estado todo el día holgando o de cacería.

Por cómo son nuestros sueños

Normalmente estamos en un “estado de percepción disminuida”, abrumados por las sensaciones corporales, no nos dejan oír las percepciones importantes.

Durante el sueño, en los momentos de reposo o relajación corporal, percibimos lo que antes estaba tapado por el ruido de las sensaciones. Por eso la gente en general teme, rehuye el silencio y la gente con problemas mentales es cuando son “se sienten mal” (ya sean ideas obsesivas o de otro tipo). S. Tomás, en su Suma Teológica, también explica que oímos mejor las inspiraciones del Espíritu Santo en sueños o relajados.

Por eso el tipo de sueños es un buen indicador de nuestra verdadera situación. De día podemos engañarnos y creernos Sta. Teresa de Jesús, pero de noche los sueños se escapan a nuestro control y nos repiten cómo somos de día. Miremos cómo nos comportamos en los sueños, que hacemos, qué decimos, cómo reaccionamos. Así nos comportamos de día, aunque no queramos y/o sepamos verlo. De día tendríamos esos mismos sentimientos si viviéramos las circunstancias mostradas en el sueño. Si pecamos de noche, soñando, probablemente es porque también pecaríamos en ese tema de día. Y viceversa: a medida que vayamos alejando de nosotros las tentaciones por nuestra santidad de vida, veremos que ni en sueños pecamos, que hasta en los sueños nos comportamos santamente. (Esto lo dicen los santos).

Al principio nuestros sueños se desarrollan en escenarios totalmente extraños y anormales, avanzando en el camino de la santidad nuestros sueños se desarrollarán en escenarios cada vez más cotidianos. Tanto al principio como más adelantados siempre lo importante no son los escenarios, sino lo que sentimos y pensamos en los sueños.

Preparar buenos sueños: cuidando que el último pensamiento que tengamos antes de caer dormidos sea siempre bueno. Para ello: o trabajamos mucho ese rato, o intentamos tenerlos así todo el día. La televisión es siempre pecado verla, pero aparte de ella, conviene no exponerse a malos influjos en el tiempo antes de ir a dormir, para reducir la posibilidad de dormirnos con ellos. (Y evidentemente, rezar nuestras oraciones antes de acostarnos).

Al acercarse la muerte, cesando las funciones corporales y los sentidos, en ese silencio cada vez mayor, salimos del “estado de percepción disminuida” habitual y empezamos a ver las verdades sin velo.

Por cómo nos sentimos, respiramos

El sentir con el cuerpo, la sensación corporal, es otra piedra de toque, el espejo que nos dice la verdad.

Si no llegamos a sentir EN EL CUERPO amor por nuestros enemigos de la misma manera que sentimos en el cuerpo el amor a los amigos, es que no estamos 100% convencidos de ello. Que todavía lo vivimos como una carga.

Si no llegamos a sentir EN EL CUERPO la confianza en la Providencia con igual intensidad que sentimos cuando recibimos un gran premio, una gran noticia, una gran muestra de amor, quiere decir que sólo las creemos intelectualmente, como una idea bonita más, pero que no vivimos basándonos en ellas.

Mientras no lo consigamos nos estamos perdiendo un gran estado de dicha y podemos estar engañándonos "qué bueno soy que creo estas cosas" pero no vivimos de acuerdo a ellas. (Estamos alimentando nuestro "ego bueno" (el orgullo).

Podemos sentir el reflejo en el cuerpo de nuestros buenos y malos pensamientos.

Pensamiento

Hormonas que corren por nuestro cuerpo por

Respiración

Indignados, protestas, quejas, denuncias,

Agresividad, odio (adrenalina)

Respiración contenida o muy poco amplia, respiración pectoral.

"No se me ocurre cómo amarle más o mejor"

Empatía, compasión, cariño

Respiración amplia, abdominal (abdomen relajado)

Mirémonos cómo respiramos. Ese es el espejo más perfecto, justo de nuestra realidad.

Tenemos paz

Tenemos paz en nuestro interior porque estamos dirigidos sólo hacia una cosa (la Voluntad de Dios), no hay lucha interna entre dos objetivos irreconciliables.

Nuestro interior ya no es un campo de batalla de todos nuestros demonios preferidos: nuestro demonio ambición diciéndonos que nos compremos el auto más grande y más caro, nuestro demonio lujuria diciéndonos que nos gastemos ese dinero en lujos, nuestro demonio gula en vino, etc.

Porque hemos llegado a las verdades más importantes: quien somos, qué hacemos aquí, que esta vida es una batalla entre Dios y una criatura (el Demonio) (para ello ver el T.E.S.), todo se pone en orden, todo se hace sencillo, todo se entiende fácil.

Síntoma saludable: perder la paz fundamental un tiempo mientras estamos luchando contra uno de nuestros pecados habituales. Mal síntoma si nunca tenemos guerra contra nuestros demonios habituales: quiere decir que mandan en nuestra casa.

Certeza, confianza, desesperación, descontento de sí

Hay una ansiedad que no podemos evitar nunca, una de las consecuencias del pecado original: que no vemos la cara a Dios directamente como nuestros primeros padres y, por tanto, no tenemos nunca clara al 100% la voluntad de Dios. Y grandes santos o reyes hacían retiros para intentar conocerla.

Tampoco estamos ciertos al 100% de nuestra salvación, pero:

No estamos ciertos de vivir como S. Pablo en amistad del Señor; sin embargo, aunque pecadores, si hemos confesado nuestras culpas con arrepentimiento sincero, y procuramos satisfacer cuanto nos sea posible a la divina justicia mediante la oración y penitencia, y sobre todo, si a un vivo dolor de los pecados unimos un ardiente amor a Dios, podemos tener confianza: nuestros pecados habrán quedado ahogados en la preciosa sangre de Jesucristo, cual el ejército de Faraón en el Mar Rojo.”

El Demonio no tienta al que tiene en sus manos. Nos tienta más cuanto más santos somos. Y en este tema, incluso a grandes santos como el santo cura de Ars, se dice en su biografía que tenía tentaciones de desesperación, y así “pasaba del temor a la esperanza y de la esperanza al temor”, diciendo cosas como “¡Dios mío, haced que sufra cuanto os plugiere, pero concededme la gracia de que no caiga en el infierno!”.

En “el peregrino ruso” varios personajes santos también dicen cosas parecidas:

“De modo que me encuentro ahora entre la desesperación y la esperanza. No sé qué será de mí en el futuro. (...) de modo que pudiese corregir, hasta cierto punto al menos, mi indolente vida, para gloria de Dios y mi propia salvación.”

A diferencia de los que tienen la conciencia tranquila porque “se bastan a sí mismos”, “el franciscano que conquista la personalidad negándose; que no se fía de complacer a su conciencia, sino que quiere complacer a Dios; que por lo mismo vive siempre descontento de sí, y paz libertadora encuentra en la bondad de Dios, no en la suya.” El franciscanismo. Gemelli, p. 411

Cómo es nuestra vida

Al revés de cómo nos creímos de pequeños. De pequeños nos contaron que cuando fuéramos mayores, podríamos conducir carros, tomar, tener una casa, una familia, etc. Y por nuestro natural deseo de crecer y desarrollarnos era lógico que lo viéramos como deseable y bueno. Y que viéramos la vida como un ir consiguiendo cosas cada vez mejores (cosas materiales).

Y llega un día que nos damos cuenta que la vida es justo al revés de como nos contaron de pequeños:

La vida como una escuela

La vida es como una escuela, donde según nuestra edad, debemos ir aprendiendo ciertas cosas y debemos ir resolviendo problemas que se nos presentan. Cuando somos pequeños los problemas son pequeños:

¿cuánto es dos mas dos?

Cuando vamos creciendo y ha hemos superado los problemas anteriores, se nos plantean problemas de más difíciles (de multiplicación):

¿cuánto es dos por tres?

Nunca se nos presentan problemas que no corresponden a nuestra edad.

"No os ha sobrevenido tentación que no fuera humana, y fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas; antes dispondrá con la tentación el éxito para que podáis resistirla" I Cor 10,13

Pero, a menudo, hemos olvidado estudiar alguna asignatura, y cometemos errores al responder a sus problemas. En esos casos tenemos que interrumpir nuestra vida cotidiana para estudiar la asignatura pendiente con más intensidad .

De pequeños tenemos que quedarnos en casa estudiando y no podemos ir a jugar con nuestros amigos.
De mayores acabamos en un hospital o cárcel por conducir borrachos. Es otra forma de suspender nuestra vida cotidiana y tener tiempo para recapacitar sobre nuestro error.
Y nos volverán a ocurrir las mismas cosas hasta que no aprendamos y cambiemos nuestro comportamiento (dejemos de conducir borrachos).

Siempre recibimos lo que más nos conviene, aunque no sepamos ver que es así. Las ovejas no entienden que las mordidas de los perros del pastor para animarlas a entrar en el corral, son por su bien (para protegerlas de los lobos). Hasta que nosotros (ovejas) no nos damos cuenta del lo bueno que es para nosotras que nos metan en el corral, pensamos mal del perro y sus mordidas, pensamos que el mundo es imperfecto, es injusto. (Más explicación en el artículo por qué nos ocurren las cosas)

La vida como un irnos haciendo semejantes a los bienaventurados del cielo o los condenados del infierno

Cada camino lleva a un sitio. Si sabemos por qué camino vamos sabemos hacia dónde nos dirigimos. Si nuestra vida es cada vez más parecida a la de Jesucristo: hacemos lo que él haría en nuestro lugar, hablar como él hablaría, callar como él callaría,... pues iremos al cielo después de morir. (Aquí vimos cómo asemejarnos a Jesucristo) Si hemos rechazado lo anterior, pues iremos al infierno. (En el juicio particular cuando nos morimos explicamos esto).

La vida como una carretera

La vida de Cristo es como una carretera completamente recta que fuera entre dos ciudades.

Nuestra vida es como otra carretera que fuera entre ese par mismo de ciudades (si nos salvamos) pero que da un gran rodeo, subiendo y bajando montañas y con muchas curvas.

Es el mismo viaje, pero Cristo lo recorrió perfectamente, sin apartarse un milímetro de la trayectoria perfecta, mientras que nosotros somos pecadores y vamos dando vueltas y rodeos.

Cuando descubrimos a Cristo dentro de nosotros es como cuando vamos por esta carretera llena de curvas, subiendo y bajando montañas, y nos damos cuenta que hay la carretera de Cristo: una carretera con túneles y viaductos que van recto salvando obstáculos.

Cuando empezamos a seguir las recomendaciones de Cristo y dejamos de seguir las del Diablo es cuando dejamos nuestra carretera llena de curvas y nos incorporamos a la carretera recta.

Astrología (mancias)

Sirve, entre otras cosas, para conocernos mejor a nosotros y a los demás, y darnos cuenta de que hemos recibido unas dotes de nacimiento:

La astrología nos sirve para recordarnos de estas ventajas y riesgos y ser también más comprensivos con las de los demás.

La Iglesia sólo prohíbe apelar a los espíritus para escudriñar el futuro (no estudiar astrología), o colocar a la astrología por encima de nosotros, faltando al primer mandamiento y otros en consecuencia.

Evidentemente la astrología nos aporta informaciones claramente fiables sobre nuestra realidad actual (lo que vemos en nuestra carta natal sobre nuestras dotes o falta de ellas), pero sólo tendencias respecto a los hechos futuros. Tendencias que se pueden materializar de muy diversas formas: podemos ver la llegada de gran riqueza:

Pensar bien

En la infancia podemos recibir malas influencias que nos dificultarán pensar bien de mayores, que son todas las explicadas en la página “Enfermedades mentales”: desde ver la televisión a la mala educación, como la forma demoníaca de la enseñanza de la lengua en Francia (totalmente extendida allí y en grado diverso(?) en España).

En opinión de un servidor, aunque es posible estudiar filosofía para aprender a pensar bien, este camino me parece el menos conveniente y el que no hace nadie; me parece que lo mejor es leer buenos libros "divulgativos", de filosofía, de autores probados (como "El criterio" de Jaime Balmes), y libros que, no siendo de filosofía, usen la lógica correctamente, porque creo que la mejor manera de aprender (y la única que realmente "funciona"), es hacerlo indirectamente: leyendo libros técnicos, buenos libros de religión,... los libros menos recomendables para acostumbrarse a razonar correctamente serían los más influidos por la propaganda de los que mandan: temas sociales, políticos, falsas filosofías, sectas, psicología, medicina,... Un ejemplo de buenos razonamientos lo tenemos en el libro “Controversias”, de S. Francisco de Sales (en internet, aquí).

Enlaces

angelfire.com/space2/astrologaprofesional
Contiene acertadas descripciones psicológicas de los aspectos de nuestra carta natal

www.astrolog.org
Un buen programa de cálculo astrológico. Libre.

En el artículo Cómo nos daña la fealdad, en otra web, se explica cómo la fealdad, los malos ejemplos y la mentira raquitizan las facultades I, A, E que hemos visto antes. Y viceversa.



Acabo de publicar unos libros muy interesantes sobre el cielo y el ángel de la guarda, de sacerdotes de principios del siglo XX. Tienen reseñas de los mismos en esta página de mi otra web

Rezar el Rosario (mejor en latín) es el principal recurso que nos queda.

Estas páginas son apuntes que pueden contener errores de un servidor y se van mejorando con el tiempo y la gracia de Dios.

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